✈️ CRÓNICA VIAJERA

Bulgaria: entre montañas, monasterios y ciudades con alma

Del 10 al 19 de agosto de 2024 · Senderismo y cultura en grupo guiado

🎥 También puedes ver el viaje en vídeo

¿Prefieres ver cómo fue esta aventura en imágenes?
Aquí tienes el resumen visual de nuestro viaje a Bulgaria: naturaleza, senderismo, cultura y momentos compartidos en grupo.

👉 Bulgaria: senderismo y cultura en los Balcanes | Viaje en grupo con guía – Muntanika


🌄 Un país inesperado

Cuando pensamos en un viaje de senderismo por Europa, pocas veces se nos viene a la cabeza Bulgaria. Y, sin embargo, este país de los Balcanes, de raíces tracias, ortodoxia profunda y paisajes alpinos, esconde todo lo que nos gusta en Muntanika: naturaleza grandiosa, rutas poco masificadas y una historia fascinante que se cruza con cada paso.

En agosto de 2024, un grupo de senderistas decidimos comprobarlo. Y el resultado fue un viaje redondo, de montaña y cultura, de trekking y tradición, de esos que te sorprenden cada día. Esta es la crónica de una aventura que nos llevó de los Siete Lagos de Rila a las calles de Plovdiv, de las cumbres del Pirin a los monasterios de leyenda.


🏞️ Primeros pasos en Bulgaria

Nuestra base inicial fue Bansko, al pie del Parque Nacional de Pirin. Desde aquí, nos lanzamos a conocer algunas de las rutas más espectaculares del país. El primer contacto fue con los Siete Lagos de Rila, un enclave de origen glaciar, cada uno con su nombre y personalidad, unidos por senderos y pequeños arroyos. Una ruta sencilla pero muy visual, ideal para romper el hielo entre el grupo y con la montaña búlgara.

Al día siguiente, entramos en un bosque profundo para alcanzar el Monasterio de Rila, centro espiritual de Bulgaria y joya arquitectónica ortodoxa. Frescos desbordantes de color, galerías de madera y silencio entre montañas. Por tarde nos animamos al rafting en el río Struma. Refrescante y sobre todo muy divertido.


🏔️ De lagos glaciares a cumbres solitarias

El tercer día teníamos la intención de ascender al Musala, la cumbre más alta de los Balcanes. Sin embargo, un problema en el telecabina que da acceso al inicio de ruta nos hizo cambiar de planes. Optamos por adentrarnos en el Parque Nacional de Pirin con una alternativa menos concurrida y más especial: la ruta al Lago Popovo, uno de los más grandes y hermosos de Bulgaria. Bosques de pinos negros, flores de alta montaña y un lago tan azul que parecía pintado.

Cada paso era una lección de geografía viva: paisajes glaciares, crestas escarpadas y un silencio casi alpino. Al terminar la jornada, nos esperaba Plovdiv, la ciudad habitada más antigua de Europa.


🏛️ Historia y cultura en cada rincón

Después de varios días de montaña, llegamos a Plovdiv, y fue como cambiar de ritmo. La ciudad más antigua de Europa aún habitada —con más de 8.000 años de historia— nos recibió con un ambiente cálido, acogedor y vibrante. Aquí el senderismo dejó paso a las calles empedradas, las ruinas romanas y las plazas llenas de vida.

Recorriendo el casco antiguo, el tiempo parecía plegarse sobre sí mismo: el teatro romano, perfectamente conservado y todavía en uso para conciertos y representaciones; los restos de murallas de época bizantina y medieval; y sobre todo, las casas del Renacimiento Nacional Búlgaro, con sus fachadas pintadas en tonos ocres, azules o verdes, grandes aleros de madera y balcones que se asoman sobre el empedrado como nidos colgantes.

Muchas de estas casas albergan hoy museos, galerías de arte o cafés, lo que convierte cada paseo en una experiencia cultural. Nos perdimos entre ellas con calma, entrando en talleres de iconografía, subiendo a miradores escondidos y conversando con la gente local.

Por la tarde, el ambiente cambió: bajamos hacia Kapana, el barrio artístico y bohemio de Plovdiv. Un antiguo distrito de artesanos que hoy está lleno de bares, librerías, tiendas de diseño y terrazas donde suena jazz, electrónica o música balcánica en directo. Aquí probamos cervezas locales, vinos de la región de Tracia y platos tradicionales con un toque moderno.

La vida nocturna de Plovdiv nos sorprendió por su energía creativa. Sin el bullicio de una gran capital, pero con el alma de una ciudad que vive el presente con los pies en la historia. Una ciudad perfecta para dejarse llevar.


👑 Veliko Tarnovo: tronos perdidos y voces que cuentan historia

Si Plovdiv fue la ciudad de las artes, Veliko Tarnovo fue la ciudad de los zares. Aquí, entre murallas colgadas sobre el río Yantra, la historia de Bulgaria late con fuerza. Y tuvimos la suerte de conocerla de la mano de Marin, guía local e historiador apasionado que nos acompañó durante toda la jornada.

Con su voz tranquila y un acento tan reconocible como entrañable, Marin nos fue desgranando los entresijos de la historia búlgara. Desde los orígenes tracios hasta el esplendor medieval, cuando Tarnovo fue capital del Segundo Imperio Búlgaro (siglos XII al XIV) y centro político, religioso y cultural del país. Nos habló de los zares Asen, de las batallas contra bizantinos y otomanos, de las traiciones internas y de los monasterios rupestres que aún sobreviven entre los bosques cercanos.

Paseamos por la fortaleza de Tsarevets, un nido de piedra que domina el meandro del Yantra, donde aún se intuyen las salas del trono, las torres de vigilancia y la catedral restaurada. Desde lo alto, la vista del casco antiguo, con sus tejados rojizos y calles empinadas, es de las que no se olvidan.

Marin nos llevó también por rincones menos turísticos: la calle Gurko, con casas colgantes de madera sobre el río; pequeñas iglesias escondidas; y tiendas de artesanía donde aún se trabaja la cerámica y la forja como en siglos pasados. Gracias a él, no solo visitamos la ciudad, sino que la entendimos, y la conexión con el lugar fue mucho más profunda.

La jornada terminó con tiempo libre para seguir explorando o simplemente sentarse en una terraza, con vistas a las colinas boscosas y el rumor del río. Y es que Veliko Tarnovo es una ciudad que te invita a quedarte, aunque sea con la imaginación.


🏙️ Sofía y la montaña que la abraza

La última gran parada del viaje fue Sofía, la capital de Bulgaria. Y como todo en este país, fue una sorpresa. A veces olvidada en las guías y eclipsada por las montañas o las ciudades históricas, Sofía es una ciudad que mezcla muchas capas sin pedir permiso: iglesias ortodoxas, ruinas romanas, arquitectura comunista, cafés hipster y bulevares con aire imperial.

Tuvimos el placer de recorrerla con un guía local que hablaba un español perfecto, tan natural que nadie hubiera dicho que nunca había puesto un pie en España. Nos contó que había aprendido en uno de los centros del Instituto Cervantes de Bulgaria. «Todo lo que sé de España lo aprendí con profesores de allí», nos dijo con una sonrisa orgullosa. Y lo cierto es que hablaba con un cariño por la lengua y la cultura que nos conmovió. Bien por el Cervantes y bien por él.

Con él descubrimos el corazón romano de Sofía, oculto bajo centros comerciales y calles modernas; la iglesia de San Jorge, del siglo IV, rodeada de edificios oficiales como un pequeño milagro de ladrillo rojo; y por supuesto, la imponente catedral de Alejandro Nevski, con sus cúpulas verdes y doradas brillando bajo el sol.

La ciudad nos regaló también sus contrastes: puestos de encurtidos y miel junto a tiendas de diseño; plazas donde suena jazz en directo y parques donde juegan niños frente a monumentos soviéticos. Un paseo por Sofía es un recorrido por la historia del siglo XX, condensado en unas pocas manzanas.

Y para cerrar el día, aún nos esperaba una agradable sorpresa: una pareja formada por una española y un búlgaro, conocidos de unos compañeros del grupo, se unieron a nosotros para tomar una cerveza. La conversación fluyó sola: diferencias y similitudes entre vivir en Bulgaria y España, anécdotas culturales, precios, gastronomía, costumbres… Fue un momento espontáneo, relajado, de esos que no se planifican y que acaban dando sentido al viaje.

Terminamos la jornada brindando por el encuentro, el camino recorrido y la buena compañía, sabiendo que nos llevábamos de Sofía mucho más que fotos o datos históricos: nos llevábamos una buena historias compartida.

🌲 Vitosha y la cascada de Boyana: el broche final

Nuestro último día en Bulgaria lo dedicamos, cómo no, a volver a la montaña. Porque este país es así: en menos de media hora puedes pasar del bullicio de la capital a la tranquilidad de un bosque centenario.

Nos dirigimos al Parque Natural de Vitosha, el pulmón verde de Sofía y uno de los espacios naturales más antiguos protegidos en los Balcanes.

Nuestro objetivo: la cascada de Boyana, un salto de agua de más de 25 metros que se descuelga por las rocas entre musgo y helechos.


✨ Lo que nos llevamos

Bulgaria fue un viaje sorprendente, auténtico y completo. De esos que no solo suman kilómetros, sino recuerdos, experiencias y nuevas miradas. Nos llevamos los contrastes del país, la calma de sus montañas, la fuerza de su historia y, sobre todo, la buena conexión del grupo.


📅 ¿Te apuntas a la próxima?

En Muntanika nos encanta diseñar este tipo de viajes:
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✔️ Siempre en grupo reducido y con guía
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